Tinc el temps just per arribar a la balsa,
estic esperant el bus urbà i arriba un que diu BALSA, preguntem al conductor i
si si, a la balsa. De cop, el bus gira un carrer en direcció contraria i FANTÀSTIC!
He pujat al bus que dona la volta sencera a tots els barris. Arribo a la balsa
just a l’hora que surt el bus que tinc comprat. MERDA. Evidenment, la balsa no
vola ni et trasllada instantàniament, així que arribo a São Sebastião mitja
hora tard.
En el trajecte a la balsa començo a pensar què
faré. Podria fer autoestop. Carona. Veig un cotxe amb matricula de São Paulo i penso en demanar-ho. M’aixeco, m’acosto i els pregunto si són de São Paulo i
quan es triga... em diuen 3 hores en cotxe.
Tinc 5 hores per arribar a São Paulo, d’on surt un altre bus que ja he
comprat. Faig cua per plorar i demanar que em canviïn el bus que he perdut (la
primera cosa no em costarà gaire). Un cop em toca, pregunto quan és el pròxim
bus, i com que ni que em canviessin l’horari no arribo a São Paulo desisteixo
de fer el numeret. 
Vale Anna. Ara què coi fas? 
Cinc hores per arribar
SP. No hi ha bus. Genial. Ho sé, però no vull saber-ho.
El primer que faig, és canviar-me la faldilla
per unes malles darrera d’un cartell. Coses que només se m’acudeixen fer en
aquests moments d’estrés màxim. Por lo que pueda pasar.
Després em carrego la motxilla a l’esquena i
vaig allà on arriba la balsa. Fins que no torni a arribar i els cotxes surtin d’ella,
no hi ha ningú. Paro a uns nois, els hi pregunto si creuen que és el millor lloc
per parar-se i quan es triga: em diuen que 2 hores i que si no ho aconsegueixo
aquí, vagi al centre del poble. Mama, tinc por.
Em col·loco a un costat de la carretera.
Arriba la balsa. Comencen a sortir els cotxes. Tanco els ulls. I amb por, timidesa
i poques ganes de fer el que estic fent aixeco el braç amb el dit en alt. Els
cotxes passen. Ningú s’atura. Tanco els ulls. No vull mirar.
I si em para algú estrany? I si tenen mala
pinta? Què dic? Hauria de fer-me un cartellet com a les pelicu... Un cotxe
negre frena. Vidres tintats (típic de brasil). Merda. Tinc por. La finestra s’abaixa
i una dona de 30 anys, rossa, guapa, ulleres de sol cares i un somriure que no
oblidaré apareix darrera.
- On vas?
- A São Paulo.
- On de São Paulo?
- Vaig a la rodoviaria però qualsevol lloc em
va bé. He perdut el bus i he d’arribar en 5 hores. 
La noia mira el conductor. Parlen fluix. Em
mira i somriu.
- Anem a prop de la rodoviaria. Vinga! Puja!
Col·loco la motxilla i m’assec darrera. Em
pregunten d’on sóc, què estic fent allà i jo agreixo mil vegades dient-los que
són el meu regal de Nadal, el dia de sort de la meva vida. Parem en una
gasolinera i m’ofereixo a pagar part de la benzina, no només no em deixen sinó
que em porten una ampolla d’aigua per si tinc set. Mentre el noi compra, la
noia es gira i em diu:
- No tens por?
- Em moro de por.
- T’hem agafat perquè no vull ni pensar qui et
podria agafar.
- Gràcies. Quan t’he vist m’he animat molt.
- Has pujat perquè sóc noia, no? Si no...
- M’ho hauria pensat. No és una cosa que
vulgui fer, no tenia més opcions.
- Tu tens por i nosaltres també en tenim. Tudo
vai dar certo.
Això. Com m’havia dit la Gabi el dia que ens
vam despedir a Porto Alegre. Pega o mochilão, fecha os olhos: tudo vai dar
certo.
Curiosament, tot i morir-me de nervis, després
de parlar una estona amb ells, m’adormo. Intento mantenir-me desperta però no
puc. 
Dormo. M’aixeco arribant a São Paulo. Vaig perfectament puntual i pel que
em sembla, estan planejant deixar-me a la mateixa estació de busos. Baixo, els deixo el meu contacte per qualsevol
cosa, agraeixo eternament que em salvin la vida i entro a la rodoviaria encara
amb temps per esperar el bus que em portarà a Foç d’Iguaçú.
23 de Diciembre de 2013.
Ilhabela – São Paulo
Tengo el tiempo justo para llegar a la balsa, estoy esperando el bus urbano y llega uno donde pone BALSA, preguntamos al conductor y si si, a la balsa. De golpe, el bus gira una calle en dirección contraria y ¡GENIAL!
He subido en el bus que da la vuelta entera a todos los barrios. Llego a la balsa justo a la hora que sale el bus que tengo comprado. MIERDA. Evidentemente, la balsa no vuela ni se traslada instantáneamente, así que llego a São Sebastião media hora tarde.
En el trayecto a la balsa comienzo a pensar que haré. Podría hacer autoestop. Carona. Veo un coche con matricula de São Paulo y pienso en pararlo. Me levanto, me acerco y les pregunto si son de São Paulo y cuanto se tarda… me dicen que 3 horas en coche.
Tengo 5 horas para llegar a São Paulo, de donde sale otro bus que ya he comprado. Hago cola para llorar y pedir que me cambien el bus que he perdido (la primera cosa no me costará nada). Una vez me toca, pregunto cuando es el próximo bus, y como que ni aún cambiándomelo llego a São Paulo desisto de hacer el numerito.
Vale Anna. ¿Ahora qué narices haces?
23 de Diciembre de 2013.
Ilhabela – São Paulo
Tengo el tiempo justo para llegar a la balsa, estoy esperando el bus urbano y llega uno donde pone BALSA, preguntamos al conductor y si si, a la balsa. De golpe, el bus gira una calle en dirección contraria y ¡GENIAL!
He subido en el bus que da la vuelta entera a todos los barrios. Llego a la balsa justo a la hora que sale el bus que tengo comprado. MIERDA. Evidentemente, la balsa no vuela ni se traslada instantáneamente, así que llego a São Sebastião media hora tarde.
En el trayecto a la balsa comienzo a pensar que haré. Podría hacer autoestop. Carona. Veo un coche con matricula de São Paulo y pienso en pararlo. Me levanto, me acerco y les pregunto si son de São Paulo y cuanto se tarda… me dicen que 3 horas en coche.
Tengo 5 horas para llegar a São Paulo, de donde sale otro bus que ya he comprado. Hago cola para llorar y pedir que me cambien el bus que he perdido (la primera cosa no me costará nada). Una vez me toca, pregunto cuando es el próximo bus, y como que ni aún cambiándomelo llego a São Paulo desisto de hacer el numerito.
Vale Anna. ¿Ahora qué narices haces?
Cinco horas para llegar a SP. No hay bus. Genial. Lo sé, pero no quiero saberlo. 
Lo primero que hago, es cambiarme la faldilla por unas mayas detrás de un cartel. Cosas que solo se me ocurren hacer en estos momentos de estrés máximo. Por lo que pueda pasar.
Después me echo la mochila a la espalda y voy allí donde llega la balsa. Hasta que no vuelva a llegar y los coches salgan de ella, no hay ninguna. Paro a unos chicos, les pregunto si creen que es el mejor sitio para pararse y cuanto se tarda: me dicen que 2 horas y que si no lo consigo aquí, vaya al centro del pueblo. Mamá, tengo miedo.
Me coloco en un lado de la carretera. Llega la balsa. Comienzan a salir los coches. Cierro los ojos. Y con miedo, timidez y pocas ganas de hacer lo que estoy haciendo levanto el brazo con el dedo en alto. Los coches pasan. Ninguno se detiene. Cierro los ojos. No quiero mirar.
¿Y si se para algún extraño? ¿Y si tienen mala pinta? ¿Qué digo? Tendría que hacer un cartel como en las pelícu… Un coche negro frena. Vidrios tintados (típico de Brasil). Mierda. Tengo miedo. La ventanilla se baja y una señora de 30 años, rosa, guapa, gafas de sol caras y una sonrisa que no olvidaré aparece detrás.
-¿Dónde vas?
Lo primero que hago, es cambiarme la faldilla por unas mayas detrás de un cartel. Cosas que solo se me ocurren hacer en estos momentos de estrés máximo. Por lo que pueda pasar.
Después me echo la mochila a la espalda y voy allí donde llega la balsa. Hasta que no vuelva a llegar y los coches salgan de ella, no hay ninguna. Paro a unos chicos, les pregunto si creen que es el mejor sitio para pararse y cuanto se tarda: me dicen que 2 horas y que si no lo consigo aquí, vaya al centro del pueblo. Mamá, tengo miedo.
Me coloco en un lado de la carretera. Llega la balsa. Comienzan a salir los coches. Cierro los ojos. Y con miedo, timidez y pocas ganas de hacer lo que estoy haciendo levanto el brazo con el dedo en alto. Los coches pasan. Ninguno se detiene. Cierro los ojos. No quiero mirar.
¿Y si se para algún extraño? ¿Y si tienen mala pinta? ¿Qué digo? Tendría que hacer un cartel como en las pelícu… Un coche negro frena. Vidrios tintados (típico de Brasil). Mierda. Tengo miedo. La ventanilla se baja y una señora de 30 años, rosa, guapa, gafas de sol caras y una sonrisa que no olvidaré aparece detrás.
-¿Dónde vas?
- A São Paulo. 
- ¿Dónde en São Paulo?
-Voy a la rodoviaria pero cualquier lugar me va bien. He perdido el bus y tengo que llegar a las 5.
La chica mira el conductor. Hablan flojo. Me mira y sonríe.
- Vamos cerca de la rodoviaria. ¡Venga, sube!
Coloco la mochila y me siento detrás. Me preguntan de donde soy, qué estoy haciendo allí y yo agradezco mil veces diciéndoles que son mi regalo de Navidad, el día de la suerte de mi vida. Paramos en una gasolinera y me ofrezco a pagar parte de la gasolina, no solo no me dejan, sino que me traen una botella de agua por si tengo sed. Mientras el chico compra, la chica se gira y me dice:
- ¿No tienes miedo?
- Me muero de miedo.
- Te hemos cogido porque no quiero ni pensar quien te podría haber cogido.
- Gracias. Cuando te he visto me he animado mucho.
- ¿Has subido porque soy chica, no? Si no...
- Me lo habría pensado. No es algo que quiera hacer, no tenía más opciones.
- Tu tienes miedo y nosotros también lo tenemos. Tudo vai dar certo.
Eso. Como me había dicho Gabi el día que nos despedimos en Porto Alegre. Pega o mochilão, fecha os olhos: tudo vai dar certo.
Curiosamente, aunque me moría de los nervios, después de hablar un rato con ellos, me duermo. Intento mantenerme despierta pero no puedo.
Duermo. Me despierto llegando a São Paulo. Voy perfectamente puntual y por lo que parece están planeando dejarme en la misma estación de buses. Bajo, les dejo mi contacto por cualquier cosa, agradezco eternamente que me salven la vida y entro en la rodoviaria aún con tiempo para esperar el bus que me llevará a Foz de Iguazú.
- ¿Dónde en São Paulo?
-Voy a la rodoviaria pero cualquier lugar me va bien. He perdido el bus y tengo que llegar a las 5.
La chica mira el conductor. Hablan flojo. Me mira y sonríe.
- Vamos cerca de la rodoviaria. ¡Venga, sube!
Coloco la mochila y me siento detrás. Me preguntan de donde soy, qué estoy haciendo allí y yo agradezco mil veces diciéndoles que son mi regalo de Navidad, el día de la suerte de mi vida. Paramos en una gasolinera y me ofrezco a pagar parte de la gasolina, no solo no me dejan, sino que me traen una botella de agua por si tengo sed. Mientras el chico compra, la chica se gira y me dice:
- ¿No tienes miedo?
- Me muero de miedo.
- Te hemos cogido porque no quiero ni pensar quien te podría haber cogido.
- Gracias. Cuando te he visto me he animado mucho.
- ¿Has subido porque soy chica, no? Si no...
- Me lo habría pensado. No es algo que quiera hacer, no tenía más opciones.
- Tu tienes miedo y nosotros también lo tenemos. Tudo vai dar certo.
Eso. Como me había dicho Gabi el día que nos despedimos en Porto Alegre. Pega o mochilão, fecha os olhos: tudo vai dar certo.
Curiosamente, aunque me moría de los nervios, después de hablar un rato con ellos, me duermo. Intento mantenerme despierta pero no puedo.
Duermo. Me despierto llegando a São Paulo. Voy perfectamente puntual y por lo que parece están planeando dejarme en la misma estación de buses. Bajo, les dejo mi contacto por cualquier cosa, agradezco eternamente que me salven la vida y entro en la rodoviaria aún con tiempo para esperar el bus que me llevará a Foz de Iguazú.
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sort q la mama això no ho sap xD
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