Mama, crec que estic enamorada.
Aquella sensació de somriure idiota, arribar a
casa cantant una cançoneta, parlar amb els gats en català. D’estar en silenci,
observant i observant, memoritzant.
Ens conviden a un aniversari en una granja al
mig del camp, veiem porcs i ens tornem bojos. Ens fan carn a la brasa i ens
tornem bojos. Allà on vaig, tot el que faig, ho faig amb una sensació tan
estranya dins meu. Com si en la meva vida mai hagués vist un porc, com si mai
hagués estat estirada a la gespa o asseguda a la vora d’un llac, com si mai
hagués vist el sol com es pon. 
Cada cop que em serveixen un plat, qualsevol
diria que vinc d’una família morta de fam d’Etiopia. Què voleu què hi faci?
Aquí tot sembla més bo. Tot és més bonic. Tothom em sembla més simpàtic.
Un ocellet m’ha dit que la gent simpàtica i
les coses bones responen totes a un imant, l’imant que atraus tu mateix. Allò
que diuen del color del vidre de les ulleres que et poses cada dia.
Potser he vist mil postes de sol, i les he
vist des de molts països diferents, però les d’aquí em semblen especialment
precioses. I quan estic davant d’una, no puc fer més que quedar-me quieta,
silenci, observant i observant, memoritzant.
Serà que, només portant aquí tres mesos, ja
tinc por que passi el temps massa ràpid. La inquietud que em caracteritza i les
ganes de tenir-ho tot planejat ja em fan pensar en com recordaré tot el que
visc ara. Oblidaré la bellesa d’aquests moments? Com les recordaré?
Hi ha qui es passa el dia immortalitzant
moments en fotografies. 
Val. Si. 
La fotografia m’agrada. 
Viure m’agrada més. 
Davant d’una imatge d’aquestes, d’una postal
que m’enamora, oblido la càmera. No li trobo el sentit a fer-ne fotos. Em
recorda quan en un concert gravava la meva cançó preferida, el record em
quedava per sempre, si, però en el mateix concert l’havia vista des de la
pantalla i ni l’havia pogut cantar per no espatllar el vídeo... així que... el
que quedava enregistrat no era el que jo havia viscut. Records falsos.
Fer-me fotos en aquests moments tan únics,
deixa de fer-los únics, no? Si en comptes de seure i intentar memoritzar la
bellesa del moment, em poso a fer-ne fotos... la veuré? En gaudiré? O
simplement estic deixant constància? Postureo, que en diem ara.
Si no faig una foto de la meva nova aventura,
si no la penjo a internet, no la he viscuda? Sembla que ens hi juguem la
grandesa dels moments. Perquè clar, si me’n vaig d’excursió i duc la càmera, en
tindreu fotos. Però, us asseguro que també he posat la mateixa cara de “whoah,
aquest moment és èpic” quan he fet l’examen d’avui o quan tornant a casa he
vist pujar un minusvàlid a l’autobús (que aquí és una gran odissea) i,
òbviament, no us en puc fer fotos.
Estimats lectors del blog, coneguts i
desconeguts, em nego a fer-me fotos cada 5 segons per demostrar-vos que el que
visc aquí em té enamorada. Perquè no ho estaria vivint. Perquè no.
Us toca confiar en les meves paraules.
(I en els bons fotògrafs que em rodegen!)
Mamá, creo que estoy enamorada.
Esa sensación de sonrisa idiota, llegar a casa cantando una canción, hablar con los gatos en catalán. De estar en silencio, observando y observando, memorizando.
Te invitan a un cumpleaños en un granja en medio del campo, viendo cerdos y nos volvemos locos. Nos hacen carne a la brasa y nos volvemos locos. Allá a donde vaya, todo lo que hago, lo hago con una sensación tan extraña dentro de mí. Como si en mi vida nunca hubiese visto un cerdo, como si nunca hubiera estado tumbada en el césped o sentada en el borde de un lago, como si nunca hubiera visto como se pone el sol.
Cada vez que me sirven un plato, cualquiera diría que vengo de una familia muerta de hambre de Etiopía. ¿Qué queréis que le haga? Aquí todo me sabe mejor. Todo es más bonito. Todo el mundo me parece más simpático.
Un pajarito me ha dicho que la gente simpática y las cosas buenas responden todas a un imán, el imán que atraes tu mismo. Eso que dicen del color del cristal de las gafas que te pones cada día.
Puede que haya visto mil puestas de sol, y las he visto desde muchos países diferentes, pero las de aquí me parecen especialmente preciosas. Y cuando estoy delante de una, no puedo hacer más que quedarme quieta, silencio, observando y observando, memorizando.
Será que, solo llevando aquí tres meses, ya tengo miedo de que el tiempo pase demasiado rápido. La inquietud que me caracteriza y las ganas de tenerlo todo planeado ya me hacen pensar en cómo recordaré todo lo que estoy viviendo ahora. ¿Olvidaré la belleza de estos momentos? ¿Cómo los recordaré?
Hay quien se tira el día inmortalizando momentos en fotografías.
Vale. Sí.
La fotografía me gusta.
Vivir me gusta más.
Delante de una imagen de estas, de una postal que me enamora, olvido la cámara. No le encuentro el sentido a hacer fotos. Me recuerda cuando en un concierto gravaba mi canción favorita, el recuerdo me quedaba para siempre, sí, pero en el mismo concierto la había visto desde la pantalla y ni la había podido cantar para no estropear el vídeo… así que… lo que quedaba guardado no era lo que yo había vivido. Recuerdos falsos.
Hacerme fotos en estos momentos tan únicos, deja de hacerlos únicos, ¿no? Si en vez de sentarme e intentar memorizar la belleza del momento, me pongo a hacer fotos… ¿la veré? ¿disfrutaré? ¿o simplemente estoy dejando constancia? Postureo, que decimos ahora.
Si no hago una foto de mi nueva aventura, si no la cuelgo en internet, ¿no la he vivido? Parece que nos jugamos la grandeza de los momentos. Porque claro, si me voy de excursión y llevo la cámara, tendré fotos. Pero os aseguro que también he puesto la misma cara de "whoah, este momento es épico" cuando he hecho el examen de hoy o cuando volviendo a casa he visto subir un minusválido al autobús (que aquí es una gran odisea) y, obviamente, no os he podido hacer fotos.
Queridos lectores del blog, conocidos y desconocidos, me niego a hacerme fotos cada 5 segundos para demostraros que lo que vivo aquí me tiene enamorada. Porque no lo estaria viviendo. Porque no.
Os toca confiar en mis palabras.
(¡Y en los buenos fotógrafos que me rodean!)
Mamá, creo que estoy enamorada.
Esa sensación de sonrisa idiota, llegar a casa cantando una canción, hablar con los gatos en catalán. De estar en silencio, observando y observando, memorizando.
Te invitan a un cumpleaños en un granja en medio del campo, viendo cerdos y nos volvemos locos. Nos hacen carne a la brasa y nos volvemos locos. Allá a donde vaya, todo lo que hago, lo hago con una sensación tan extraña dentro de mí. Como si en mi vida nunca hubiese visto un cerdo, como si nunca hubiera estado tumbada en el césped o sentada en el borde de un lago, como si nunca hubiera visto como se pone el sol.
Cada vez que me sirven un plato, cualquiera diría que vengo de una familia muerta de hambre de Etiopía. ¿Qué queréis que le haga? Aquí todo me sabe mejor. Todo es más bonito. Todo el mundo me parece más simpático.
Un pajarito me ha dicho que la gente simpática y las cosas buenas responden todas a un imán, el imán que atraes tu mismo. Eso que dicen del color del cristal de las gafas que te pones cada día.
Puede que haya visto mil puestas de sol, y las he visto desde muchos países diferentes, pero las de aquí me parecen especialmente preciosas. Y cuando estoy delante de una, no puedo hacer más que quedarme quieta, silencio, observando y observando, memorizando.
Será que, solo llevando aquí tres meses, ya tengo miedo de que el tiempo pase demasiado rápido. La inquietud que me caracteriza y las ganas de tenerlo todo planeado ya me hacen pensar en cómo recordaré todo lo que estoy viviendo ahora. ¿Olvidaré la belleza de estos momentos? ¿Cómo los recordaré?
Hay quien se tira el día inmortalizando momentos en fotografías.
Vale. Sí.
La fotografía me gusta.
Vivir me gusta más.
Delante de una imagen de estas, de una postal que me enamora, olvido la cámara. No le encuentro el sentido a hacer fotos. Me recuerda cuando en un concierto gravaba mi canción favorita, el recuerdo me quedaba para siempre, sí, pero en el mismo concierto la había visto desde la pantalla y ni la había podido cantar para no estropear el vídeo… así que… lo que quedaba guardado no era lo que yo había vivido. Recuerdos falsos.
Hacerme fotos en estos momentos tan únicos, deja de hacerlos únicos, ¿no? Si en vez de sentarme e intentar memorizar la belleza del momento, me pongo a hacer fotos… ¿la veré? ¿disfrutaré? ¿o simplemente estoy dejando constancia? Postureo, que decimos ahora.
Si no hago una foto de mi nueva aventura, si no la cuelgo en internet, ¿no la he vivido? Parece que nos jugamos la grandeza de los momentos. Porque claro, si me voy de excursión y llevo la cámara, tendré fotos. Pero os aseguro que también he puesto la misma cara de "whoah, este momento es épico" cuando he hecho el examen de hoy o cuando volviendo a casa he visto subir un minusválido al autobús (que aquí es una gran odisea) y, obviamente, no os he podido hacer fotos.
Queridos lectores del blog, conocidos y desconocidos, me niego a hacerme fotos cada 5 segundos para demostraros que lo que vivo aquí me tiene enamorada. Porque no lo estaria viviendo. Porque no.
Os toca confiar en mis palabras.
(¡Y en los buenos fotógrafos que me rodean!)



Això mateix vaig pensar jo als 18 anys quan vaig veure un paisatge croata que em va encantar. Després em vaig tornar boja buscant per internet alguna foto del lloc que me'l recordés. Al tantu que la memòria no és tan bona com pensem.
ResponderExcluirPerò sí, com vaig dir mil vegades a un maniàtic de la fotografia quan feia de turista: First look, then photo.
la extranya situació del concert jo tb l'he tingut.... rollo, que faig mirant la millor canço x una pantalla, i preocupat de que es vegi i s'escolti bé.... i mirar al meu voltant i veure a tothom extesiat , disfurtanla.. i a altres pardillos com jo amb la camara... dsd akst dia, mai mes camares als concerts.... (apart q dspres es veu fatla i s'escolta pijtor).
ResponderExcluirdisfruta